Yo nunca había probado el tiramisú. Solo la tranquilidad de un restaurante diminuto, escondido en una plaza tras una de las principales avenidas Milanesas, el invierno bonito y duro que se sentía al otro lado de las paredes de cristal del restaurante, tan invierno como solo puede serlo a los pies de los Alpes, y una dueña del local auntentica mamma italiana me hicieron comprender que ése era el momento de probarlo. Cuánta razón.
Probé el mejor tramisú de mi vida. Y lo digo porque fue tan exquisto que me dije que no volvería a probar más... Y de eso hace ya años. Me dije que no habría más... Para qué empañar una fantástica experiencia con otra que probablemente sería peor? Probablemente. Ahora me doy cuenta de lo absudo de esa decisión.
Lo de que la vida es como una caja de bombones ya lo sabemos. Lo que no avisan en las pelis es que a veces las personas son como los tiramisús...
martes, 22 de mayo de 2007
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